lunes, 27 de junio de 2016

Día 15. Preparación para la Consagración al Inmaculado Corazón de María

MENSAJE
«Ángel mío: Dios Padre considera de suma importancia la consagración de las almas a mi Inmaculado Corazón; por esta razón, yo les pido rezar el Rosario todos los días, practicar la devoción de los primeros sábados y recurrir a mi con tus peticiones para yo exponerlas ante Él. Haz todo esto por amor a mí, que yo todo lo ofrezco por amor a ti.

Querido ángel mío, comienza cada día de esta manera:

«Oh María transforma mi corazón como el tuyo; colócale al rededor una corona de pureza adornada con virtud; toma mi corazón querida Madre consagrado como tuyo propio; preséntaselo a Dios Padre como una ofrenda de mí para ti. Ayúdame, ¡Oh! María, en hacer tu Corazón más conocido cada día». (Marzo 19 de 1993)


GUÍA
La consagración es un acto necesario para que se cumpla el Triunfo de Nuestra Señora. Su triunfo elevará a los creyentes al estado de culminación necesaria para el Reinado del Sagrado Corazón y juntos abrirán el paso para la causa de la Redención y Corredención que nace de la unión de los dos corazones.

Nuestra Señora nos llevará de la consagración al triunfo; y el triunfo será entonces la base para el Reino del Sagrado Corazón; dentro de estos dos corazones se encierra el plan de Dios para redimir y corredimir al mundo.

DIRECCIÓN
Al entregar nuestros corazones a la Madre de Dios no nos hagamos la ilusión de que no tenemos que pagar su precio, Ella pide ser Nuestra Madre y nosotros prometemos ser sus hijos; pero exige ciertos requisitos: primero, nosotros debemos enmendar nuestra vida y rechazar el pecado y la maldad mundana; segundo, es necesario entregarles nuestros corazones, nuestras mentes y el cuidado de nuestras almas; tercero, debemos atraer a otros para que amen su Corazón Inmaculado; por ultimo, debemos permanecer para siempre a sus pies y dar gracias incesantemente al Señor por el regalo de su propia Madre.

MEDITACIÓN
¡Oh Inmaculado Corazón de María!, ruega para que yo obtenga la pureza del alma porque a ti se te otorga todo lo que pides; ¡Oh María!, yo encomiendo mi alma a tu cuidado maternal, alcánzame la virtud de la perseverancia para obtener la gracia divina; permíteme por medio de esta consagración recurrir a ti siempre en todas mis tentaciones y en todos los peligros de perder la vida eterna. En la hora de mi muerte asísteme y encomienda mi alma en las manos del Padre; en ti pongo toda mi confianza y mi convicción enfocadas hacia el bien de tu triunfo.

«Comprueben ahora que no he trabajado por mi solo, sino para los que buscan la sabiduría» (Eclesiastés 24:34)


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